Lava los arándanos en un bowl con agua y un chorrito de vinagre. Retira los palitos, hojas e insectos que puedan tener. Seca suavemente con un paño o papel absorbente y coloca en las rejillas sin amontonar. Deshidrata hasta tener una consistencia similar a la de una pasa. Dependiendo del tamaño del arándano, pueden necesitar más tiempo Los arándanos más grandes son mejores para deshidratar.